GEOGRAFÍA - PAÍSES: México - 9ª parte

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Geografía

PAÍSES

México - 9ª parte


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Historia: s. XIX

a población de Nueva España entra, pues, en el s. XIX con intereses económicos y políticos opuestos a los peninsulares, con una cultura autóctona, una creciente personalidad diferenciadora, un naciente sentimiento nacional como oposición a lo español, y sobre todo con un notable desarrollo de los obrajes o trabajos manufactureros que minimizaban cada vez más la dependencia económica hacia la metrópoli, acrecentado la autosuficiencia.

La invasión napoleónica de la Península y la consiguiente debilitación del poder central facilitaron los primeros conflictos, en 1808, contra la administración colonial en Nueva España. La profunda crisis agrícola de 1809-10 encendió la mecha para una insurrección popular que encabezó el cura Miguel Hidalgo, al frente de unos 100 000 hombres pobremente armados (criollos de clase media y campesinos) y unos pocos militares. Este primer levantamiento popular contra el Gobierno virreinal y la aristocracia criolla fue un fracaso, pero constituyó el germen de un posterior movimiento insurreccional contra la metrópoli; aunque el más importante, el levantamiento de Hidalgo no fue el único sino que hubo insurrecciones inconexas en diversas regiones.

En el S otro cura, José María Morelos, se puso a la cabeza de otra revuelta que llegó a tomar el puerto de Acapulco y la ciudad de Oaxaca. Además logró reunir, en 1814, un congreso insurgente que redactó una Constitución de inspiración liberal, a dictado de la francesa o de la española de 1812. Sin embargo, esta carta magna, llamada Constitución de Apatzingán, que tenía que instaurar la soberanía popular y la formación de un Estado republicano, nunca llegó a ser aplicada. El grupo constituyente fue disuelto por el ejército del virreinato, pero la revolución, que nunca quedó completamente apagada, se reavivó en 1821 bajo el impulso de la aristocracia criolla más conservadora, molesta por los indicios liberales en España, primero con la Constitución de Cádiz y posteriormente con el levantamiento de Riego. Con una parte del ejército virreinal a su favor, iniciaron una campaña militar y política que culminó en el mismo 1821 con el llamado Plan de Iguala, por el que Agustín de Iturbide proclamaba la independencia de Nueva España, que rápidamente fue aceptada por el virrey. El nuevo territorio independiente tomó el nombre de México, aunque además de la superficie que ocupa el actual Estado mexicano, se extendía por el N hasta Nuevo México, Texas y Alta California, y al S por toda América Central hasta Panamá. Poco después estos territorios declaraban sus propias independencias, separando sus destinos de los de México.

La guerra por la independencia concluyó con alrededor de 600.000 muertos (un 10 % de la población total), y con un país casi completamente destrozado. El comercio, tanto interior como exterior, había disminuido enormemente. La producción minera se redujo a la cuarta parte, y también la agricultura y la producción manufacturera quedaron muy debilitadas. Por otro lado, inmediatamente después de la independencia, se abrió una etapa de lucha entre partidos. Mientras un partido peninsular o borbónico pedía la anulación de la independencia, la clase media criolla preconizaba la instauración de una república similar a la de E.U.A.

La aristocracia criolla impulsó el establecimiento de una monarquía, con una autoridad al estilo de las europeas, mediante la entronización del propio Iturbide, que se convirtió así en emperador de México bajo el nombre de Agustín I. Con la intención inicial de establecer un régimen monárquico constitucional, se formó un Congreso Constituyente con la elite intelectual del país, pero las discrepancias con Iturbide hicieron que éste acabara disolviéndolo. El mandato de Agustín I sólo duró hasta 1823. Un levantamiento encabezado por Antonio López de Santa Anna obligó a abdicar al monarca y reinstauró el Congreso Constituyente. La disolución del Imperio impulsó la decisión de los estados del S a desligarse de México, para formar una Federación de Provincias Unidas de Centroamérica y El Salvador.

En 1824 fue redactada la Constitución mexicana, siguiendo el modelo francés o estadounidense, que establecía la separación de poderes e instauraba un Estado republicano federal, con el país dividido en 19 estados. Cada estado tenía su propia Constitución local y un gobernador. La convocatoria a elecciones generales llevó a la presidencia de la República a Guadalupe Victoria.

Pese al apoyo exterior al nuevo Estado, México no logró alcanzar una estabilidad política y económica, y fueron constantes las luchas por hacerse con un poder federal cada vez más debilitado, en beneficio de los estados. En 1929 estas luchas habían llegado a convertirse en una auténtica guerra civil que, a través de sucesivos cambios de poder, se alargó hasta 1833, año en que López de Santa Anna se hizo con la presidencia. Desde 1833 hasta 1855 se sucedieron 44 gobiernos federales, la mayoría de los cuales fueron impuestos por golpes militares y once de ellos presididos por Santa Anna.

La vida política de México se mantuvo en manos de generales al tiempo que la población se empobrecía, el bandolerismo crecía y las rebeliones de pueblos indígenas se sucedían. Mientras, en 1835 se había cambiado la Constitución, intentando imponer una república centralista para fortalecer el poder central y evitar los ímpetus disgregadores de los estados. Sin embargo ello no impidió que el mayor estado, Texas, se declarara como República independiente, con el apoyo de E.U.A., en 1836. En 1845 Texas se incorporó al Estado estadounidense, lo que motivó el inicio de una guerra entre E.U.A. y México. Los estadounidenses llegaron hasta la misma capital mexicana, con lo que el país tuvo que ceder a los vencedores más de la mitad de su territorio.

En 1855 accedieron al poder los liberales, partidarios de un retorno al federalismo y una reconciliación con los E.U.A. Para ello, redactaron una nueva Constitución en 1857 que suponía una verdadera reforma, con una separación Estado-Iglesia, mermando poder a militares y eclesiásticos, al tiempo que otorgaba amplias libertades a la población. Descontentos con la nueva ley fundamental, los militares se levantaron contra ella junto a los conservadores, partidarios de implantar otro modelo económico. Ello dio origen a la llamada Guerra de Reforma o de Tres años (1858-60).

Vencedores los liberales de Benito Juárez, éstos pusieron en práctica su programa de gobierno liberal con la desposesión de bienes, tanto de la Iglesia como de los indígenas, para la explotación privada y la supresión de los privilegios del clero; también pusieron las bases para un despegue de la industrialización. Buscando su retorno al poder, los conservadores decidieron solicitar el apoyo de las monarquías europeas, y en 1862 Napoleón III, deseoso de frenar la expansión anglosajona de E.U.A., dio apoyo a los conservadores mexicanos imponiendo en el país al emperador Maximiliano I de Habsburgo. Su mandato duró tres años, durante los cuales respetó en gran medida las leyes expedidas por los liberales, lo que provocó el rápido desencanto de los conservadores.

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